Hábitos de Santidad


Hace un tiempo leímos en Libres en Cristo, el libro En pos de la Santidad del autor Jerry Bridges. El autor lleva al lector a analizar la necesidad de la santidad en cada área de nuestra vida. En el Capítulo 14, Jerry escribe sobre hábitos de pecado y Hábitos de Santidad. A continuación lo más sobresaliente de la lectura.

Cada pecado que cometemos refuerza el hábito de pecar y hace que resulte má fácil caer. El hábito se define como la "disposición o carácter predominante de los pensamientos de la persona." Son los esquemas intelectuales y emocionales gradados en la mente. Owen dijo: "Toda lujuría es un hábito o disposición depravados que continuamente inclinan el corazón hacia el mal." Cada vez que pecábamos, cada vez que setíamos lujuria, que dodiciábamos, que odiabamos, que trampeábamos o metíamos, estabamos desarrollando hábitos que aumentaban nuestra pecaminosidad, como esclavos del pecado. Pablo declara en romanos que así como antes nos entregabamos a hábitos de pecaminosidad ahora debemos entregarnos a hábitos de santidad.

El resolver que "jamás voy a hacer eso de nuevo", cuando está basado puramente en la determinación humana, no ha servido en ningún caso para romper los grillos del pecado. Pero hay principios prácticos que podemos seguir para prepararnos para santidad.

El primer principio es el de que los hábitos se desarrrollan y ser refuerzan mediante la repetición frecuente. Por consiguiente, dependiendo solamente del Espíritu Santo, debemos esforzarnos en adquirir el hábito de decir "no" a ciertos pecados en particular. Luego Dios nos ira a llevar a ocuparnos de otros pecados de los cuales no teníamos conciencia. En este punto también podreíamos desarrollar el hábito de la Oración y de la Meditación de la Palabra, que son hábitos positivos que se adquieren con la repetición frecuente.

El segundo principio para quebrar los hábitos pecaminosos es el de no permitir jamás que ocurran excepciones. Cuando damos lugar a las excepciones, no hamos otra cosa que reforzar los hábitos viejos, o cuando menos, dejamos de reforzar el hábito bueno A esta altura debemos estar aleta ante el argumento de que será "esta la única vez", lo cual constituye una trampa sutil y peligrosa. Porque no queremos pagra el precio que significa tener que decirles "no" a los deseos, nos decimos a nosotros mismos que nos vamos a dar el gusto una sola vez más, y que mañana cambiaremos".

El tercer principio es que se requiere diligencia en todos los aspectos para segurar el éxito en uno de ellos. Owen dice: "Sin un esfuerzo sincero y diligente en todas las áreas de obediencia, no habrá una muerte exitosa de ningún pecado dominante en particular." Podríamos llegar a pensar que realmente ningún hábito es "tan malo", pero realmente si no lo hacemos nos debilitamos y nos será más díficil resistir el mal hábito.

Por último, no nos desalentemos ante los fracasos. Hay una enorme diferencia entre fracasar y ser un fracaso. LLegamos a ser fracaso cuando desistimos - dejamos de intentar.

Resulta vano cuidar la mente y las emocionaes para protegernos de lo que procede de afuuera, si al mismo tiempo no nos ocupamos de los hábitos que proceden de adentro de nosotros mismos.

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